
TESLA BREAKDOWN / ALEX MARIN
¿Y SI EL TESLA QUE COMPRASTE TAMBIÉN ERA HUMO? “Lo vi venir. No fue intuición mágica, fue pura observación”. Porque cuando inviertes en algo pones tu dinero y pones tu fe que tendrás beneficios. Y durante años, creí en Tesla. Creí en su promesa, en su visión de futuro, en su aire de revolución silenciosa que parecía cambiar el mundo una batería a la vez. Pero algo se fue quebrando. Primero fueron pequeños detalles, señales sutiles. Luego vinieron los titulares. Y finalmente, las decisiones. Hoy, Tesla ya no representa lo que representaba. Y no es por sus coches. Es por su líder Tesla se convirtió en un fenómeno global por su tecnología y lo hizo porque Elon Musk supo encarnar una narrativa. La del emprendedor visionario, el rebelde con causa, el genio que se atrevía a pensar lo impensable. Esa figura atrajo inversiones, seguidores y consumidores. Durante más de una década, Musk y Tesla fueron sinónimos. Uno era la marca. El otro, su mensajero Pero esa simbiosis tan poderosa se convirtió también en su mayor fragilidad. Porque una marca personal puede levantar imperios, pero también puede llevarlos al borde del colapso si pierde su coherencia En 2025, esa fragilidad explotó. Elon Musk aceptó un cargo dentro del gabinete de Donald Trump como jefe del Departamento de Eficiencia Gubernamental. Para algunos fue una jugada brillante. Para otros, un giro ideológico inexplicable. Lo cierto es que ese movimiento político sacudió los cimientos emocionales de millones de personas que habían proyectado en Tesla