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TE ESTOY ENTENDIENDO LOCAMENTE

Una carta a quienes no entendí a tiempo

Hubo un tiempo en que el amor era delito.
Y no hablo de novelas antiguas ni cuentos medievales.
Hablo de aquí, de España. Hace apenas unas décadas.

Antes de 1979, si dos hombres se cogían de la mano podían acabar en la cárcel.
O en un hospital. O en una celda de aislamiento.
Por amor. Por deseo. Por ser.

En 1970, existía una ley que se llamaba así:
Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social.
Una ley que no protegía, sino que perseguía.
A los gais, a las lesbianas, a los travestis, a los “desviados”.
Les llamaban enfermos. Les llamaban peligrosos.
Y con la moral como excusa, les negaron la dignidad.

Yo no lo sabía. O no quería saberlo.
Creí durante muchos años que el orgullo era ruido.
Que las banderas eran exageradas.
Que la lucha era algo del pasado.

Pero vi la película Te estoy amando locamente,
y algo en mí cambió.

Te estoy amando locamente


Basada en hechos reales, la película revive la Sevilla de 1977,
cuando la homosexualidad aún era ilegal en España.
Y cuando el amor entre dos hombres debía esconderse
entre las cortinas, tras las persianas, en los rincones oscuros de los bares.
Allí conocí a Carmen, madre, católica, militante del PSOE…
y madre de un hijo gay.
Vi cómo se abría paso el amor en medio del miedo.
Cómo se construyó un movimiento desde las sombras,
con uñas pintadas y pasos de tacón sobre el barro de la represión.

El primer Orgullo: más protesta que fiesta
El primer Orgullo en España fue en 1977, en Barcelona.
No hubo carrozas, ni lentejuelas, ni drag queens bailando por Gran Vía.

Hubo miedo.
Hubo palos.
Hubo coraje.

Y aún así salieron.
Con pancartas que pedían algo tan simple como
“Dejadnos vivir”.

Derechos conquistados con sangre y besos
 

La ley que despenalizaba la homosexualidad no llegó hasta 1979.
Y el matrimonio igualitario hasta el 2005.
Muchos ya habían muerto antes de poder casarse.
Otros tantos, de sida, de silencios, de soledad.

Hoy vivimos una España distinta.

Mis hijos, por ejemplo, lo entienden todo de forma natural.
Hablan de parejas sin ponerles género.
Juegan sin etiquetas.
Ven a alguien con plumas y dicen: “qué guapo va”.

Y eso me da esperanza.
Porque aunque yo crecí entre chistes de “mariquitas”
y silencios frente al armario,
mi generación puede cambiar.
Debemos cambiar.

Porque todavía duele
Porque aún hay jóvenes que son expulsados de sus casas por salir del clóset.
Porque aún hay risas en el metro cuando alguien se maquilla “demasiado”.
Porque aún hay quien no besa en público por miedo.

Y el orgullo sigue siendo necesario.
No por exceso de ego, sino por exceso de historia.
Porque celebrar también es recordar.
Porque toda bandera que ondea, cubre cicatrices invisibles.

Te estoy entendiendo locamente
A ti que fuiste golpeado en una comisaría por besar a quien amabas.
A ti que tuviste que dejar tu pueblo para poder vivir.
A ti que tuviste que callar por años lo que te hacía sentir vivo.

Hoy quiero decirte que
aunque llego tarde, estoy aquí.
Y te estoy entendiendo locamente.


Sobre el autor
Alex Marín es estratega de branding, apasionado por las historias humanas, la identidad, la memoria y la cultura. Cree que el verdadero propósito de una marca —y de una vida— es conectar con la verdad.

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