Construyendo relaciones que trascienden
De niño, mi concepción del amor estaba lejos de ser idílica. Crecí en una familia disfuncional, sin la figura de un padre y con una madre ausente. Fui criado por mi abuela, una mujer de una disciplina inquebrantable que, aunque estricta, reflejaba su amor al intentar protegernos del entorno complicado del barrio donde vivíamos. En ese entonces, el amor se sentía como un deber, algo distante y lleno de reglas, pero con los años, ya superados mis 40, he llegado a entenderlo de una manera mucho más profunda y psicológica.
El amor es una idea influenciada; es una construcción influenciada por nuestra historia, nuestro entorno y las relaciones que hemos tenido. Crecer en un entorno donde el amor se mostraba a través de sacrificios y disciplina marcó mi forma de verlo en mi juventud. Con los años, aprendí que el amor es dinámico. Cambia y evoluciona según nuestras experiencias, nuestras clases sociales y las realidades de vida que enfrentamos.
Para algunos, el amor puede ser una expresión de seguridad y cuidado. Para otros, puede ser una lucha constante por ser valorados o aceptados. Esta diversidad hace que el amor sea tan complejo como fascinante, un reflejo de nuestras necesidades más profundas como seres humanos.
Este concepto también lo vemos reflejado en el branding y la publicidad. En los años 50, los anuncios mostraban una versión idealizada del amor, la familia perfecta, la mujer en casa y el hombre proveedor. Pero con el tiempo, estas narrativas cambiaron. Hoy, el amor se representa en todas sus formas, parejas del mismo sexo, familias monoparentales y relaciones que desafían las normas tradicionales.
Las marcas han aprendido que el amor es también una cuestión de inclusión y autenticidad, sino también de inclusión y autenticidad. Esta evolución en la representación del amor es un espejo de cómo la sociedad ha comenzado a abrazar la diversidad y a entender que el amor no tiene una única definición.
Si algo he aprendido, es que el amor se trata de acción y no de perfección. Es un compromiso diario de respetar, escuchar y apoyar a quienes nos rodean. En este sentido, el amor es muy parecido al branding. Una relación o una marca requieren tiempo y cuidado constante; requieren cuidado constante, entender a la otra parte y actuar en su beneficio.
El branding, al igual que el amor, se trata de lo que haces más que de lo que dices. Se trata de mostrar a tu audiencia o a tus seres queridos que los valoras, que entiendes sus necesidades y que estás dispuesto a hacer el esfuerzo por construir algo que perdure.
El amor, al igual que nuestras relaciones y las marcas, es un reflejo de nuestras acciones y nuestra intención. Es una fuerza transformadora que puede inspirar, sanar y unir. Desde Indigo Koncept, creemos que el amor y el branding tienen un punto en común: ambos se construyen con dedicación, autenticidad y un profundo respeto por el otro.
Sobre el autor
Alex Marín es escritor, speaker y estratega con más de 20 años de experiencia en el mundo corporativo y del branding. Ha trabajado en corporaciones como Nokia y liderado proyectos destacados para marcas como El Calvo España, Deoleo y Luengo. Actualmente, desde Indigo Koncept, impulsa a empresas a conectar con su propósito y a transformarse en referentes de sus industrias.