[vc_row css_animation=”” row_type=”row” use_row_as_full_screen_section=”no” type=”full_width” angled_section=”no” text_align=”left” background_image_as_pattern=”without_pattern”][vc_column][vc_column_text]
¿Mejora nuestra vida?
Si estamos hablando de un producto de consumo cotidiano, es pertinente hacerse estas preguntas. Si la respuesta a las dos es “no”, entonces no es producto sostenible. Hay miles de productos francamente engorrosos y que no necesitamos para nada, desde grandes SUV (en este caso su enorme precio también los hace insostenibles) a ambientadores de salón, pasando por ciertos electrodomésticos que solo se usan una vez y se guardan para el resto de sus días, como la licuadora o la sandwichera.[/vc_column_text][vc_empty_space][/vc_column][/vc_row][vc_row css_animation=”” row_type=”row” use_row_as_full_screen_section=”no” type=”full_width” angled_section=”no” text_align=”left” background_image_as_pattern=”without_pattern”][vc_column][vc_column_text]
¿Tiene una huella ecológica asumible?
Esta tercera pregunta no es tan fácil de contestar como las dos primeras. Aquí necesitamos información de fuentes externas para responder. Con todo, es posible fijarnos en algunos indicios que son indicadores infalibles de un impacto inaceptable para el medio ambiente. Por ejemplo, si el producto se anuncia como “bio”, “eco”, “orgánico” “sostenible” sin ninguna prueba, es decir, ninguna etiqueta o marchamo oficial, o bien si presenta etiquetas de alerta tóxica (en productos de limpieza). Otras malas señales son el exceso de embalaje, las etiquetas de composición demasiado largas (en alimentos) o un tamaño excesivo (en electrodomésticos y vehículos).[/vc_column_text][vc_empty_space][/vc_column][/vc_row][vc_row css_animation=”” row_type=”row” use_row_as_full_screen_section=”no” type=”full_width” angled_section=”no” text_align=”left” background_image_as_pattern=”without_pattern”][vc_column][vc_column_text]Otras preguntas
- ¿Cuánto me va a durar?
- ¿Podría pedirlo prestado a un vecino o amigo?
- ¿Qué han utilizado para el empaquetado?
- ¿De qué materia prima está hecho?
- ¿Es fácil de reparar?
- ¿Cuál es el país de origen?
- ¿Lo puedo conseguir en mi barrio?
[/vc_column_text][vc_empty_space][/vc_column][/vc_row][vc_row css_animation=”” row_type=”row” use_row_as_full_screen_section=”no” type=”full_width” angled_section=”no” text_align=”left” background_image_as_pattern=”without_pattern”][vc_column][vc_column_text]Por el lado positivo, cada vez hay más indicadores oficiales que nos indican que un producto tiene un impacto más reducido sobre el medio ambiente. Son la etiqueta energética de electrodomésticos, calderas y vehículos, la etiqueta de agricultura ecológica, la de indicación geográfica protegida, la de gestión forestal sostenible (FSC, PEFC), la de gestión ambiental (por ejemplo, la ISO:14000), la de instituciones acreditadas (como el MSC para la pesca sostenible) y un largo etcétera.
Otras señales positivas son la ausencia de aditivos en alimentos, el uso de energía renovable, los embalajes proporcionados, la simplicidad de diseño, las listas cortas de ingredientes, la frescura y la posibilidad de venta a granel. Por ejemplo, una pieza de fruta tal cual es mucho más sostenible que un batido de frutas empaquetado, y diez tornillos envueltos en un papel más sostenibles que un blister de plástico con 24 tornillos de los que terminaremos tirando 14.
Ejemplos de productos sostenibles son las lámparas LED, las latas de sardinas (mejor todavía si están serigrafiadas), las pastillas de jabón tipo Lagarto, las legumbres en paquete de papel de kilo, los frigoríficos clase A+++ pequeños, las bicicletas, los utilitarios eléctricos baratos, la ropa de algodón duradera, los abonos de transporte público, las verduras en general, las ventanas de doble cristal, las casas con buen aislamiento, los paneles solares para agua caliente, los muebles de madera ligera, unas buenas botas para caminar, los termostatos y los huevos de clase 1 o 0. En general, todos aquellos fabricados con sentido común y destinados a consumidores que quieren comprar con fundamento.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row css_animation=”” row_type=”row” use_row_as_full_screen_section=”no” type=”full_width” angled_section=”no” text_align=”left” background_image_as_pattern=”without_pattern”][vc_column][vc_empty_space][/vc_column][/vc_row][vc_row css_animation=”” row_type=”row” use_row_as_full_screen_section=”no” type=”full_width” angled_section=”no” text_align=”left” background_image_as_pattern=”without_pattern”][vc_column][vc_column_text]Conclusiones del II Estudio de Marcas con Valores®: “El poder del Consumidor –Ciudadano”:[/vc_column_text][vc_empty_space][/vc_column][/vc_row][vc_row css_animation=”” row_type=”row” use_row_as_full_screen_section=”no” type=”full_width” angled_section=”no” text_align=”left” background_image_as_pattern=”without_pattern”][vc_column][vc_column_text]Cambio en las tendencias de compra de los nuevos consumidores hacia las marcas con valores:
2 de cada 10 españoles tienen en cuenta sólo la calidad y el precio en las compras que realizan. Se consolida el cambio en el comportamiento de compra de los españoles: los aspectos reputacionales y sostenibles cobran gran importancia frente a los funcionales.
Al 90% de los millennials les gustaría que las marcas les diesen el poder de tomar decisiones dentro de ellas y con efectos en toda la cadena de valor. Pasar de la escucha activa a la escucha participativa, es decir, opinar para decidir.
La coherencia, la transparencia, la confianza y la honestidad son los principales valores que los ciudadanos aprecian en las marcas y que condicionan en la compra.
El 70% de los consumidores declara haber adquirido marcas con criterios basados en valoresen los últimos 3 meses. Además, el 87% manifestó la intención de comprar marcas con valores estas pasadas Navidades.[/vc_column_text][vc_empty_space][/vc_column][/vc_row]